
Ese vacío interior es exactamente el mismo que sentí el miércoles pasado, una vez terminada la eliminatoria contra el equipo que más debe a los robos su grandeza, robo promovido desde la Federación con los ejecutores en forma de árbitro y linieres, ni árbitros auxiliares ahora, elevando la semántica una categoría que no tienen, ni jueces de líneas, que lleva implícito una justicia de la que desconocen su significado y su práctica.
No por sabido duele menos, la historia está para que sepamos de dónde venimos y no cometer los mismos errores del pasado, pero también está para anticiparnos a lo que va a suceder y, por la historia, sabíamos lo que iba a pasar, a todos interesaba la gran final soñada por España entera (será que Sevilla no pertenece a España, de nuevo la historia al abordaje), pues ahí está servida en bandeja de plata y barrotes de indecencia pirata, miradla desde la capital que no se toca, tan inútil el espolio como el que violó mi coche, daño por dañar y provecho cero.
Pero la impotencia no me obnubila y al igual que sabía que podían abrirme el coche y llevarse aquellos recuerdos y por no poner remedio me quedé sin ellos, la única manera de salvar el atropello era ir a por ellos desde el primer minuto, sin resuello, pero eso no ocurrió, cierto que el Real Madrid marcó tres goles y nosotros dos y algún penalti pero eso no era suficiente, el juego desplegado tuvo que dejar a la tanda última desde los once metros la decisión de quien pasara, y los verdugos al acecho no lo iban a permitir.
La culpa fue nuestra por dejarnos robar, como fue mía por dejarme robar, no pusimos las medidas y ahora rumiamos nuestra desgracia; a mí la historia me sirvió, hasta hoy no me han vuelto a abrir el coche, esperemos que el Sevilla F.C. en otra ocasión igual, sepa con que armas jugar, nadar y guardar las ropas.
¿Y la final de Copa? Para ellos, que disfruten de la endogamia futbolera y se vuelvan carajotes, yo estaré por el Arenal sevillano y con la Piedad del Baratillo .