Aún recuerdo la primera vez que tuve frente a frente a Eduardo Rodríguez Rodway, complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro y nada Quijote. Fue un 30 de mayo del año 2010, estaba almorzando con su familia y amablemente, con esa sonrisa para conmigo tan característica desde entonces, se levantó del ágape para saludarnos a los que habíamos osado alterar su espacio, la Asociación Cultural Hijos del Agobio en pleno y al frente yo como presidente con gran vergüenza por interrumpir su asueto; horas más tarde el Ayuntamiento de Sevilla le entregaba la Medalla de Oro de la Ciudad a su Grupo, a su querido y amado grupo de rock Triana, que desde la Asociación habíamos promovido su concesión.
Hacía muchos años que sabía de su cercanía a todo el que, en su retiro de los Caños de Meca, se le acercaba a intercambiar unas palabras o le pedía una firma de discos; siempre pensé en lo que ese hombre sentiría ante tanta persistencia de los numerosos fans que se acercaban por allí, hay quien, incluso, aporreando la puerta de su morada. Muchas veces, años y años, estuve en los Caños y jamás osé acercarme a irrumpir en su espacio ni a alterar su tiempo antes de ese 30 de mayo de hace ya diez años; desde entonces han sido varias las veces que he departido con él y puedo considerarme su amigo, honrado de serlo y siento que apreciado.
Creo que es la primera vez que me postulo en público sobre el contencioso que mantiene contra ese otro grupo que tiene la osadía de llamarse sin ningún rubor externo, Triana. Y lo hago desde mi amistad con Eduardo, como no podía ser de otra forma, pero también desde una neutralidad posiblemente distorsionada por el prisma oblicuo de la subjetividad, como todas las neutralidades.
No me cuesta ponerme en su piel cuando ve aquello que creó desde la nada siendo mercadeado en manos de usurpadores que toman como propio lo que es ajeno y que en algún momento lo he sentido en carnes propias; yo que no soy nadie y que escribo por el simple placer de escribir, que mi forma de escribir gustará a algunos, desagradará a otros y será ignorada por la inmensa mayoría, me enciendo cuando alguien se apropia de una frase o una entrada sin nombrar la autoría y la hace suya sin el menor pudor, entiendo perfectamente la indignación e impotencia que puede sentir Eduardo ante tamaña injusticia de ver su obra, junto a sus compañeros, la obra maestra del rock español, siendo arrastrada y vilipendiada por unos que dicen ser quienes no son, nada menos que Triana, la osadía con la mascarilla desgastada de la poca vergüenza expandiendo impune el virus de la apropiación injusta al amparo de la impunidad histórica.
Percibo su decepción ante los apoyos de palmadas en la espaldas de quiénes se dicen sus amigos y que se apuntan al reparto ante el público de conciertos, haciendo buena la sátira de Quevedo "que a las caras de un doblón hacen sus caras baratas; y, pues les hace bravatas desde una bolsa de cuero, poderoso caballero es don Dinero." y comprendo su lucha contra molinos de vientos, convertidos en gigantes combatientes de la ignominia, engrandecidos a la sombra de una traición disfrazada carnavalescamente de ley suprema, sin más armas que la lanza de su ética en astillero y el rocín flaco de la justicia, que llevará su camino de justicia sin ser justa y mucho menos ética, ciega seguramente a lo que es un clamor entre los que sentimos Triana, que estos Triana de quincalla llevan calzas de velludo para las fiestas como toda hacienda y que pretenden engrandecerla con la hacienda de otros; la ética amoral de la justicia de tener que demostrar que lo suyo es suyo mediante la Propiedad Intelectual y los Derechos de autor, ante profanos intelectuales y autores de no más que un plagio.
Unos que se llaman a sí mismo músicos siendo otros, cuando el ser de un músico es sentirse admirado por ajenos al llegar a sus sentidos a través de su sensibilidad, dejar un legado que sea apreciado y reconocido como propio; qué sentirán al mirarse al espejo y que éste le responda que eres el más feo del reino porque intentas, como una mala cirugía estética que te deja la cara de muñeca sexual de segunda mano, hacerte pasar por idéntico con un copyright de pacotilla.
Suerte Eduardo y recuerda, se haga o no justicia, ya has ganado. Respeto y admiración es tu legado.