domingo, febrero 07, 2021

Bordalás, el carnicero del Coliseum

Quizás Josef Mengele, el carnicero de Auschwitz, no mató con sus propias manos a ningún gitano ni judío en el, desgraciadamente famoso, campo de concentración nazi, pero fue el responsable de los más abominables experimentos con humanos perpetrados por un médico y ordenante de la muerte de miles de personas. 

No sé cuantos jugadores han sido lesionados por orden de José Bordalás, el carnicero del Coliseum, en sus aberrantes experimentos como entrenador de un equipo de fútbol, pero seguramente nos sorprenderíamos de la cantidad. Personalmente soy un amante del fútbol fuerte, no confundir con el violento, de ser un incordio para el contrario por sentir siempre el aliento en la nuca, por sentirse rodeado de jugadores sin un atisbo de salida, para después de recuperar el balón, iniciar un juego preciosista de toque y acecho del hueco a la espalda en busca del gol a la portería contraria.

Y hablo de orden, porque eso es lo que Bordalás manda a sus jugadores en los vestuarios, la caza del mejor jugador contrario, sin haber entendido, es lo que pasa cuando las entendederas son las justas para chillar, la máxima de Luis Aragonés "por lo civil o por lo criminal", por mucho que quiera disfrazar la entrada de ayer como fortuita. La lesión de Ocampos por la entrada asesina de Djené tiene de todo menos fortuita, si vas con el pie en plancha con esa fuerza, aunque le des al balón, si impactas en el futbolista y lo coges con el pie apoyado lo rompes sí o sí.

¿Por qué digo que son órdenes? Porque durante el partido no fue ni la primera ni la última entrada de ese tipo; antes el mismo Djené en el gol anulado a Ocampos, cuando el balón ya se dirigía hacia adentro, hace la misma entrada con la suerte que no impacta con el jugador sevillista y a punto está de darse el mismo Djené con el palo, lo que hubiera supuesto su propia lesión. Y una vez ya retirado del campo Ocampos por lesión y el ejecutante de las órdenes del mediocre entrenador por expulsión, es Jordán, el otro jugador que estaba marcando las diferencias en el encuentro, quien está a punto de recibir la misma entrada, esta vez sobre el tendón de Aquiles por parte de otro jugador del Getafe, afortunadamente también se libró por poco de estar hablando de otra grave lesión.

Estas cosas no son fortuitas, se entrenan miserable Bordalás; un equipo lleva el sello de su entrenador y este Getafe lleva el sello de un mindundi preparador de abominables experimentos con humanos detrás de un balón, arriesgando la carrera de un profesional por el simple hecho de estar bailando tu sistema; el único recurso de un despreciable entrenador.

Hablas también, de haber sido maltratado por un colega de profesión, Lopetegui; es bien cierto que jamás debió insultarte de esa manera porque es la imagen de un club al que jamás aspirarás siquiera a limpiar las botas de sus futbolistas, pero dicho esto ni perdón te debe, me explico. En la expulsión de tu elegido verdugo, se iba camino de los vestuarios con media sonrisa, negando con la cabeza y siendo saludado por sus compinches como si fuera la víctima, recreándose en el paseíllo; ahí tú, ridícula caricatura de entrenador deberías de haber ido a por tu jugador y de un tirón meterlo para adentro en vez de aplaudirle la gracia, para, acto seguido, haber ido a interesarte por el contrario, no al revés en un acto de execrable conducta. Y en cuanto a los colegas o compañeros, creo que en esta profesión no te queda ni uno que quiera sentarse a tu lado ni para tomar un café.

Y tienes la desfachatez, caradura más bien, de decir que eres admirador del otro fútbol, el que representaba Johan Cruyff, ¡el otro fútbol dices!, no me queda más que esbozar una amplia sonrisa de desprecio hacia ti, penoso y acomplejado personaje.

El fútbol español, el mundial diría, no se merece un pseudo-entrenador como tú en ninguna de sus categorías, por el bien del balompié desaparece junto a tu Getafe y que nunca más se vuelva a saber de ti, carnicero del Coliseum.


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