Sevilla exhala aroma a fútbol
recién molido. Expreso y solo, dos de azúcar que tanteen el dulzor y caliente.
Fragancia para despertar la sensibilidad y afrontar lo importante.
Saborea vino de la vendimia de la
historia. Dos copas para el brindis sin fin, por lo divino, por lo humano y por
nosotros, no se agota por qué brindar, destapada la verdad por el corcho
presionante del espumoso rojo.
Divisa un atardecer de la
igualdad ficticia. El ocaso del sol novelesco en un horizonte teñido de rojo
sobre la campiña verde y el fulgor blanco de las estrellas. Apariciones
alternas de la luna albina sobre el techo inagotable.
Escucha la tristeza afásica y la
alegría afónica. Repiques de campanas de un cura loco. Maitines y difuntos en distintos
sitios y a la misma hora, penitencias y cánticos al unísono.
Palpa el ánimo imperceptible de
la importancia. Pieles erizadas por la caricia audible del roce y contacto del
corazón sobre el placer, provocando borbotones de sensaciones a través de la
garganta y las miradas.
Intuye el principio de lo que siempre
fue. Corazonadas con arroz amarillo e higaditos inflamados, con pimientos
verdes machacados, tenedor, por aquello de pinchar y mamelones de puntas, por
aquello de mamar.
Lee en la mente el adivina
adivinanza del siguiente derbi. Sólo mirar en los ojos y ya sabe lo que va a
pasar, algo nuevo, tal vez diferente pero con final idéntico y mejor disfrute.
Qué bonito es estar hecho a medida de los siete
sentidos. A medida.
0 OPINIONES VARIADAS:
Publicar un comentario