lunes, noviembre 10, 2008

De digestiones e indigestas

Hubo un tiempo, no hace mucho, que nos bastaba la idea de ver el escudo y la camiseta para encaminarnos ilusionados a la bombonera; cierto que salíamos irritados si la cosa se torcía y al final otro año igual, pero manteníamos la esperanza de vivir algún día grande, un oasis de buen fútbol, el anhelo de una temporada diferente, aunque fuera volver a Europa por rebotes o carambolas, poder sentir la pasión de una final, por lo menos una vez en la vida, una alegría pasajera de vez en cuando, una simple delicia de gourmet entre empachos de mediocridades.

Llego el día deseado y lo devoramos como si fuera el último; y siguieron más, no sólo días, sino años, el deleite de fantasías se tornó en derroche de realidades, la vulgaridad no tenía acomodo en Nervión y fue desterrada. Entonces a alguien se le ocurrió la genial idea de prostituir el escudo y manchar las camisetas de exacerbado capitalismo para poder continuar en bacanales infinitas de empachos colectivos con nefríticos resultados: la acidez de las digestiones nos perturbaron el raciocinio. Ya no acudimos ilusionados a un banquete de vez en cuando y entre medias algún tapeo, ya exigimos un lupanar con barra libre, en cualquier estado y en cualquier momento, aunque el cuerpo no de para más, y el que no nos lo sirva a los leones, sin importarnos si el avituallamiento está en proceso. Apuntamos y disparamos sin percatarnos si la mirilla está torcida o la diana es la correcta.

Que Manolo Jiménez se ha equivocado es tan cierto como que seguirá equivocándose y tan cierto como que el cien por cien de los entrenadores se equivocan en algún momento, bien por planteamiento, bien por efectivos. Y también no es menos cierto que de efectivos hemos estado muy cortitos y aún así, ahí estamos donde siempre hemos deseado, donde nos ilusionábamos y luchando por todo, pero eso no basta, nos falta la indigestión por atiborramiento aunque los condimentos estén crudos y sin sustancia o en proceso de descongelación y lo queremos ya; que él no tenga la culpa de que esos condimentos no sean de primera calidad (al menos no lo han demostrado aún) y menos aún del precio pagado y del que pagamos no son más que excusas sin fundamentos para nosotros, los sibaritas sevillistas.

En el punto de mira

De rositas por el mundo

La diana ya estaba preparada porque los verdaderos culpables, proxenetas de los símbolos y traficantes de figuras, embaucadores todos, nos han dado mucho, cinco títulos, y el de Arahal, maître de lo que dispone, todavía no nos ha dado nada.