miércoles, mayo 20, 2009

Javi Navarro, el gran capitán




Llegaste de puntillas, con las dudas de lo nuevo y lo dañado, pero a base de defender nuestro orgullo te ganaste a pulso nuestra admiración y respeto y la de todos tus compañeros, con la misma intensidad que el recelo de los que sufrían tu coraje. Siempre duro pero noble en la lucha, tendiendo la mano al enemigo caído, pero el derrotado sólo ve la frustración de la derrota y su venganza en el lloriqueo infame, cuando vence la garra, grita la envidia y los envidiosos revanchistas.

A esas conspiraciones de cortesanos, respondiste donde había que hacerlo en la lucha y la batalla, nunca un mal gesto ni un desaire, siempre dando la cara, siempre mirando al frente con el orgullo del que se sabe campeón, estaba escrito en tu destino.

En respuesta sutil al ninguneo de algún bravucón de peleas callejeras, replicaste, con tus huestes: caballería, infantería y artillería todos a una, conquistando territorios impensables hasta entonces, así enseñaste las cuentas del Gran Capitán, una a una hasta el cielo, esos fueron tus dominios, los que nos regalaste generosamente.

Tu única derrota te retira definitivamente de los campos de batalla, una Seminara en forma de rodilla maltrecha, la misma que venciste varias veces a base de pundonor y lucha, una fe ciega en tus posibilidades y trabajo, mucho trabajo; pero no te vence sin pelea aunque sí con dolor, el peor que pueda existir para un guerrero: despedirse sin poder combatir al frente de los suyos.

Ahí estaremos todos despidiéndote y deseando que vuelvas pronto entre nosotros y, mientras eso ocurre, sólo me queda decirte una palabra más, GRACIAS.