Crónicas del año 844 hablan de barcos con cabezas dragoniles y remos pareados de ciempiés, que a través del Guadalquivir llegaron a Sevilla. Sus ataques, brutales, arrasaron riquezas y personas. ¿Estaría el Anillo de los Nibelungos a orillas del Río Grande convertido en Rhin andalusí?. De un rincón, de un páramo, de doquier, aparecía un vikingo; donde antes había aire y vacío, ora había rubios guerreros con ansias destructoras. Me pregunto si aquellos vikingos de tiempos califales no serían uno sólo, engrandecido en número por la natural exageración de las crónicas pretéritas.
Ayer, a orillas de otro río, el Nervión (cruda coincidencia), apareció un guerrero vikingo, persiguiendo una esfera (anillo cuatridemensional) allí donde ésta estuviera; donde antes había aire y vacío, aparecía él con ansia destructora, reencarnación de Thor y su mitológico martillo (pilón).
Con el tiempo se desvirtuarán las crónicas y, dentro de mil cien años, hablarán de hordas vikingas en San Mamés. Y os lo aseguro, era uno sólo, aunque parecieran centenares. Por eso lo escribo, para que se registre fielmente en los anales futboleros.
Ayer, a orillas de otro río, el Nervión (cruda coincidencia), apareció un guerrero vikingo, persiguiendo una esfera (anillo cuatridemensional) allí donde ésta estuviera; donde antes había aire y vacío, aparecía él con ansia destructora, reencarnación de Thor y su mitológico martillo (pilón).
Con el tiempo se desvirtuarán las crónicas y, dentro de mil cien años, hablarán de hordas vikingas en San Mamés. Y os lo aseguro, era uno sólo, aunque parecieran centenares. Por eso lo escribo, para que se registre fielmente en los anales futboleros.
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