Corría
el otoño de 1.977, el Liverpool Football Club se había proclamado la temporada
anterior campeón de la Copa de Europa, la primera vez que lo conseguía, y
enfilaba el camino a su segunda consecutiva, ya no está Keegan, pero sí
Clemence, Dalglish, Neal o Souness, reluce la moda del rojo impoluto en Europa
y el “You'll Never Walk Alone” reitera su cantinela.
Ya no habían
niños en las colas de las taquillas del Cine Palmera para añadir a sus
colecciones una nueva cartelera semanal, con las sagas de “Le Llamaban
Trinidad”, los “Fantômas” de Louis de Funès o los “Herbies”
de turno, amén de alguna que otra de “El Zorro”, llenando de antifaces, capas
y espadas de madera el día siguiente. El puestecillo ambulante de pipas,
altramuces y chufas descansaba con su cubierta de lona hasta el verano
siguiente y las sillas de aquel cinema veraniego se apilaban al fondo del
cegado ambigú; al descubierto el albero, transformado para la ocasión en un
campo de fútbol donde rememorar ídolos propios y ajenos.
El campeonato del Cine Palmera
tomaba forma en dos categorías, infantil y juvenil, equipos de barriadas como
La Estrella, Tiro de Línea, Heliópolis, Pedro Salvador, Reina Mercedes o Sector
Sur se iban conformando; ese era un campeonato en condiciones, atrás quedaban
los desafíos cercanos en el Campo Amarillo, aledaño a la tapia del Campo del
Puerto, con Tarfia, los Pisos Nuevos o el otro Patio. Conformamos un equipo
para cada categoría el Liverpool “A” y el Liverpool “B”. Aún me debatía entre
cromos de fútbol y coches en miniaturas o perseguir a guapas niñas en inocentes
rituales adolescentes, por mi edad, entraba en el “B” y por estatura y amigos en
el “A”, así que sesión doble, me encuadré en los dos. El “A” vestía de rojo
total, camiseta, calzonas y medias, aunque aquellas camisetas tenían las mangas
blancas al estilo de las del Arsenal, el “B” de blanco y azul, sus colores
fundacionales.
Ahí empecé a sentir el fútbol de
verdad, de casta y coraje, de garra, de fuerza, de campos embarrados y, en lo
posible, el de arte y filigrana, no existían botas Adidas fosforitos y soñaba
con calzarme unas Marco negras preciosas
e indestructibles, me veía de rojo y en mis adentros un “Nunca caminarás
solo” mirando a Nervión. Quería ver al Sevilla Fútbol Club enfrentarse a
aquel Liverpool que enamoraba en un partido de Copa de Europa, soñaba cómo
sería escuchar el mejor Himno del Mundo en el Ramón Sánchez Pizjuán. Era época
de ilusiones futboleras, en el futuro sabrías del Seven-Up, el Torre del Oro y sus
medias verdes, que llevé en la prueba con el juvenil de Pepe Alfaro (tú a
infantiles), lo que siguió es otra historia.
Y mi sueño iba tomando forma,
primero un Himno que rivalizaba con el de los Reds admirado en todo el mundo
del fútbol, el del Centenario, después un equipo que se hacía grande en Europa
a través de la UEFA, una final de esta competición ganada a ese Liverpool
Footbal Club, tanto en la grada, el Himno del Arrebato eclipsó al de Rodgers y
Hammerstein, como en el césped de Basilea, una ciudad suiza para una final de
dos escudos suizos; se iba acercando, pero el escenario de mi sueño no era ese.
Por fin hoy se hace realidad, “You'll Never Walk Alone” retumbará en Nervión en un encuentro de máxima competición europea,
junto a nuestro “Himno del Centenario”, los Reds de Liverpool pisarán la
Bombonera frente a este Sevilla Fútbol Club que llevamos grabado a fuego; hoy
no es día de acordarnos de Berizzo y sus tácticas, de Franco “el Mudo” Vázquez
o Paulo Henrique Ganso, hoy es día de “Hasta la Muerte” y “Nunca te
dejaré solo”, de The Beatles y Triana, de arte y filigrana y
casta y coraje, de rememorar aquel sueño de otoño en el recinto del Cine
Palmera “…walk on, with hope in your heart…”, con esperanza en el
corazón todo llega si seguimos caminando.
0 OPINIONES VARIADAS:
Publicar un comentario