martes, noviembre 21, 2017

Yo jugué en el Liverpool

          Corría el otoño de 1.977, el Liverpool Football Club se había proclamado la temporada anterior campeón de la Copa de Europa, la primera vez que lo conseguía, y enfilaba el camino a su segunda consecutiva, ya no está Keegan, pero sí Clemence, Dalglish, Neal o Souness, reluce la moda del rojo impoluto en Europa y el “You'll Never Walk Alone” reitera su cantinela.


             Ya no habían niños en las colas de las taquillas del Cine Palmera para añadir a sus colecciones una nueva cartelera semanal, con las sagas de “Le Llamaban Trinidad”, los “Fantômas” de Louis de Funès o los “Herbies” de turno, amén de alguna que otra de “El Zorro”, llenando de antifaces, capas y espadas de madera el día siguiente. El puestecillo ambulante de pipas, altramuces y chufas descansaba con su cubierta de lona hasta el verano siguiente y las sillas de aquel cinema veraniego se apilaban al fondo del cegado ambigú; al descubierto el albero, transformado para la ocasión en un campo de fútbol donde rememorar ídolos propios y ajenos.

                El campeonato del Cine Palmera tomaba forma en dos categorías, infantil y juvenil, equipos de barriadas como La Estrella, Tiro de Línea, Heliópolis, Pedro Salvador, Reina Mercedes o Sector Sur se iban conformando; ese era un campeonato en condiciones, atrás quedaban los desafíos cercanos en el Campo Amarillo, aledaño a la tapia del Campo del Puerto, con Tarfia, los Pisos Nuevos o el otro Patio. Conformamos un equipo para cada categoría el Liverpool “A” y el Liverpool “B”. Aún me debatía entre cromos de fútbol y coches en miniaturas o perseguir a guapas niñas en inocentes rituales adolescentes, por mi edad,  entraba en el “B” y por estatura y amigos en el “A”, así que sesión doble, me encuadré en los dos. El “A” vestía de rojo total, camiseta, calzonas y medias, aunque aquellas camisetas tenían las mangas blancas al estilo de las del Arsenal, el “B” de blanco y azul, sus colores fundacionales.

                Ahí empecé a sentir el fútbol de verdad, de casta y coraje, de garra, de fuerza, de campos embarrados y, en lo posible, el de arte y filigrana, no existían botas Adidas fosforitos y soñaba con calzarme unas  Marco negras preciosas e indestructibles, me veía de rojo y en mis adentros un “Nunca caminarás solo” mirando a Nervión. Quería ver al Sevilla Fútbol Club enfrentarse a aquel Liverpool que enamoraba en un partido de Copa de Europa, soñaba cómo sería escuchar el mejor Himno del Mundo en el Ramón Sánchez Pizjuán. Era época de ilusiones futboleras, en el futuro sabrías del Seven-Up, el Torre del Oro y sus medias verdes, que llevé en la prueba con el juvenil de Pepe Alfaro (tú a infantiles), lo que siguió es otra historia.

                Y mi sueño iba tomando forma, primero un Himno que rivalizaba con el de los Reds admirado en todo el mundo del fútbol, el del Centenario, después un equipo que se hacía grande en Europa a través de la UEFA, una final de esta competición ganada a ese Liverpool Footbal Club, tanto en la grada, el Himno del Arrebato eclipsó al de Rodgers y Hammerstein, como en el césped de Basilea, una ciudad suiza para una final de dos escudos suizos; se iba acercando, pero el escenario de mi sueño no era ese.

                Por fin hoy se hace realidad, You'll Never Walk Alone” retumbará en Nervión en un encuentro de máxima competición europea, junto a nuestro “Himno del Centenario”, los Reds de Liverpool pisarán la Bombonera frente a este Sevilla Fútbol Club que llevamos grabado a fuego; hoy no es día de acordarnos de Berizzo y sus tácticas, de Franco “el Mudo” Vázquez o Paulo Henrique Ganso, hoy es día de “Hasta la Muerte” y “Nunca te dejaré solo”, de The Beatles y Triana, de arte y filigrana y casta y coraje, de rememorar aquel sueño de otoño en el recinto del Cine Palmera “…walk on, with hope in your heart…”, con esperanza en el corazón todo llega si seguimos caminando.

Hoy el Fútbol se escribe con mayúsculas en el Ramón Sánchez Pizjuán, llegó el día.

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